La Liga Maravilla

Friday, June 01, 2007

LIGA MARAVILLA -THE TV SERIES (Capitulo 2 de 3)

El Capitán Contundente continúa atravesando rios de mierda hasta que llega a un par de puertas. Mirandolas para decidir por cual ir, se fija en que hay un conducto que comunica con el nivel superior. Antes de decidir nada, el Capitán llama por radio a sus compañeros, pero ninguno parece responderle. Ese maldito Big Ben parece anular la radio a larga distancia.

El hombre Inadvertido observa el laboratorio. Entonces el panel por donde entró se cierra tras él sin posibilidad de ser abierto. EHi se gira y contempla el lugar donde el Doctor Britannia lleva a cabo sus diabólicos experimentos. Pone los cinco sentidos en examinar este inquietante lugar: Docenas de prótesis biónicas están colgadas por las paredes. Cubas de líquidos nutrientes albergan a monstruosos engendros en estado de animación suspendida. Extraños matraces llenos de coloreados líquidos burbujeantes humean sobre fogones encendidos. Al fondo en el taller-quirófano hay una descomunal armadura con el emblema británico, visor de puntería, campos de energía, jet-pack y sistemas de auto-defensa. Colgada junto a ella hay un arma de gran cañón, bayoneta-moto-sierra y culata de maderas nobles. La única salida es un teletransportador.

Nuestro héroe resuelve sin mucho reflexionar, que se pone la armadura. Mientras se la está poniendo, escucha sonidos de interferencias por la radio.

-veo q mi comunicador no funciona bien, oigo todo con interferencias, ¿hay alguien ahi?

No tarda en ponerse la armadura, que se activa sola, echa unos cierres y por el sistema de audio del casco, el Hombre Inadvertido escucha la risa enloquecida y británica de su odiado enemigo.

SANGRE EN EL LAVABO

Superneuras atraviesa la puerta de “Oxford” y aparece de nuevo en la sala de los espejos. Decidido a probar suerte, elige el espejo cóncavo y ¡pop! Aparece teletransportado al Hangar, donde observa los restos del robot-mayordomo destrozado por el Hombre Inadvertido.

En ese momento observa sus opciones. Hay varias puertas, pero las súbitas ganas de cagar le hacen decidirse por los servicios.

-Siempre que uso la superlocura me pasa igual, caspita.

Los baños del Big Ben huelen a desinfectante. El Doctor Britannia puede ser un malvado y un cabrón pero por lo menos se preocupa de la higiene. Hay otra puerta en el otro extremo de los lavabos para salir. Justo cuando Superneuras se dirige hacia ella, oye un pitido y el atronador sonido de engranajes que delata una enorme trampa abriéndose bajo sus pies, la logras evitar por poco: da a una larguísima rampa que a saber a donde va a parar (probablemente, nada grato).

El heroe neurótico se mete a un retrete, y se dispone a aliviarse, cuando, con los pantalones bajados todavía y el papel hihiénico en la mano, suena una explosión cerca de allí similar a la del teleportador que te trajo al Big Ben y a continuación salta la puerta por del retrete: ¡un enorme ser cibernético recubierto de armamento irrumpe en los lavabos buscando su cuello!

-¡Kre koga ñeck!-grita con voz metálica.

Superneuras salta a un lado esquivando su primera ráfaga de tiros pero es rápido y vuela a dos palmos del suelo con sus zapatillas-retroreactoras. De su muñeca surge una traqueteante sierra mecánica que busca el pechod el héroe. Éste intenta detener su golpe pero le rasga el pecho haciendo saltar la sangre contra los azulejos.

El dolor le hace chillar y suelta las riendas de su chifladura. Los ojos del neurótico hacen chirivitas mientra concentra un esquizo-pulso en sus manos con el que lanza a su adversario contra la pared con una espectacular explosión. Se ha cargado un urinario con los riñones y chisporrotea pero no parece dispuesto a rendirse...

Superneuras respira entrecortadamente intentando recuperar el control sobre si mismo. Cada vez que emplea la Super-Locura se acercas un paso más de vuelta al abismo del que lleva años huyendo. Sus sienes laten dolorosamente y nota un hormigueo en las manos y el pie izquierdo (a veces le da por ahí).

Para su disgusto, el androide se incorpora en medio de una pila de escombros de azulejos y cascotes. Dice algo así como “Redirección Matricial: MATAR” y saca unos electrodos de sus dedos índices. Emitiendo inquietantes chisporroteos, el monstruo metálico avanza hacia Superneuras.

A Superneuras no le gusta la electricidad desde que era un niño. Sus padres, con la mejor de las intenciones, le sometieron a diversos electro-tratamientos intentando curarle (además, el psicópata de su hermano le daba garrampas en la cuna cuando no miraban, el muy puta) aunque en vano. Gruesas gotas de sudor perlan su frente a medida que ve a su adversario acercarse. Alarga esos dedos cargados de dolor, de sufrimiento, de…

-¡¡¡NO ME TOQUES!!!-ruge Neuras con un vozarrón que no sabía que tuviera.

Nunca sabrá si en aquel momento desarrolló super-fuerza o qué coño pasó. La cabeza del androide se dobló hacia atrás en un ángulo espectacular y salió despedido de nuevo contra los urinarios.

El rostro del androide se desprende y revela que debajo hay un ser humano. Neuras se pregunta qué clase de sicario monstruoso habrá enviado Doc Brit contra él cuando repara que es… ¡el Hombre Inadvertido (y ahora, además, Inconsciente)!

Duda un instante sobre qué hacer. EHI es su amigo pero ha estado a punto de socarrarle a garrampazos. Tal vez esté drogado, o tal vez… oh, Superneuras ya no recuerda la trampa del suelo. Superneuras dice para si mismo, con resignación:

-Mecago en la puta….

…mientras cae al abismo.

BAILARÉ SOBRE TU TUMBA

El Hombre Inadvertido recobra el sentido en los baños. La armadura ha sido destruida. Ha estado a apunto de matar a Superneuras, con la armadura controlada por el Doctor Britania a distancia, y EHi no podía hacer nada, salvo asistir como testigo impotente bajo la armadura.

Se saca de encima la armadura y sale por una de las puertas de los baños:

Una suave música de violines llega hasta sus oídos cuando abre la puerta y se encuentra con una escena que quita el aliento: docenas de parejas vestidas como en la Inglaterra Victoriana dan vueltas y vueltas bailando un vals tocado por una gramola de siete metros de alto. Coge una fregona que hay en una pared y, disimulando y haciendo como que baila con ella, va cruzando la sala sin ser advertido (es lo suyo). Sin embargo, sus habilidades de baile no son gran cosa. Por desgracia, el ritmo cambia de pronto y se ve incapaz de seguirlo. Las cabezas de cuarenta droides se giran hacia él con expresión de oler mierda antes de saltarle encima con ansias asesinas:

El Gran Baile de robots victorianos se abalanza sobre EHI. Empieza a repartir tiros pero le superan y le entierran a puñetazos.

CONTUNDENTE ROCK’N’ROLL

El Capitán Contundente trepa por el conducto, hasta que asoma por una rejilla, que aparta de un puñetazo. Ha llegado al laboratorio, donde antes estuviera el Hombre Inadvertido.

Observa la escena, mira los objetos del lugar, echa un vistazo al fusil de asalto futurista y se lo calza. Para ser un arma de su tamaño es sorprendentemente ligera (luego descubre que tiene un pequeño mecanismo anti-gravitatorio en la culata). Está diseñada para ser disparada como una pistola de gran potencia o como arma de combate cuerpo a cuerpo (aparte de la bayoneta-sierra, tiene la culata forrada de plomo y papel de lija). Encuentra unos cuantos cargadores de munición perforante-explosiva y se preguntas qué clase de tropas pensaba equipar Doc Brit con este artilugio de destrucción…

El Capitán entra en el teleportador. En estos momentos, se está formateando el último viaje registrado. Cuando va a pulsar un botón, desaparece. Y reaparece en una encrucijada de puertas varias. En ese momento, el comunicador vuelve a funcionar y oye la voz de EHI:

-Aggg ¡hijos de putaaaaaaaaa! ¡Odio a los robots! ¡y a las mujeres también porque no me hacen caso!

-¡EHI! –clama por radio el Capi- ¿Dónde coño estás?

-¡En la sala de baile!

-¡Menos mal, estás vivo!

-Si, ¡pero estoy jodido! Ayudaaa

El Capitán Contundente mira las puertas. Sobre una de ellas hay un letrero que reza: DANCING ROOM. La abre de par en par y allí se encuentra a docenas de parejas
vestidas como en la Inglaterra Victoriana que dan ostias y os
tias a una figura
grisácea que rueda por el suelo hecho un cristo bizantino: ¡es el Hombre

Inadvertido (y, ahora, Magullado). Un vals tocado por una gramola de siete
metros de alto da un engañoso ambiente relajante a la trifulca.

-¡Me suda la polla!-grita lanzándose al rescate de su amigo. Lanza el escudo, que rebota en las paredes y en unos cuantos androides, que son destrozados antes de que el escudo vuelva a las manos del vigilante rojinegro, justo cuando está saltando sobre el resto de robots. Cae sobre ellos con SuperMala Hostia y los revienta a todos. Tras recobrar el aliento, comienza a buscar su compañero entre la pila de robots hechos pedazos.


CONTINUARÁ

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